Entrevista al MV y profesor Francisco “Paco” Domenech

Con su cuaderno de anotaciones
Paco con su cuaderno de anotaciones

JOVEN A LOS 94 AÑOS

Una vez me saqué un 10

El MV y profesor Francisco “Paco” Domenech, recordado y querido docente de la FCV, nos cuenta y reflexiona sobre los hechos vividos, su actividad profesional y docente, en un Tandil que comenzaba a desarrollarse como eje productivo, educativo y cultural.

Al ingresar en el quinto piso del cómodo departamento ubicado en la calle Maipú de Tandil se observa una visión panorámica de la ciudad, que a esta hora de la tarde empieza a iluminarse con los faroles de la calle. Del mismo modo, ponerse a conversar con el médico veterinario Francisco “Paco” Domenech, nos lleva a una situación similar: una panorámica de experiencias vividas a la luz de la reflexión y de la distancia que proporciona el paso del tiempo.

Paco, con sus 94 años, quien fuera por muchos años profesor en la Facultad de Veterinaria, nos recibe con su esposa, Ada Menchón, quien - ya nos contará- es la responsable directa de haberse radicado en nuestra ciudad, hace varios años, apenas recibido de médico veterinario.



Nos dice que nació en mayo de 1929, en el barrio porteño de Flores. Vivó sus primeros 5 años en la calle Pedernera al 600, a seis cuadras de la plaza Flores, “a unas cuadras nomás de donde nació el Papa”, explica. Después él y su familia se mudaron al centro de Buenos Aires, “cerca de la Casa Rosada y también a pocas cuadras de la cancha de Boca. Ahí hice dos años de primaria en la Escuela Guillermo Rawson. Después, por razones de trabajo de mi padre volvimos a Flores, donde cursé de segundo a cuarto grado”. Ya a los 9 años mostraba su iniciativa, al acudir de noche a la Universidad Mitre para aprender dibujo. Luego, una nueva mudanza familiar los llevó a vivir en Berazategui, en el Gran Buenos Aires.

Mi mamá era ama de casa y mi papá trabajaba en el diario La Prensa, manejando los autos y llevando a los periodistas, por lo que sabía todos los chismes del momento”, rememora Paco con una sonrisa. Dice que su padre era español, y en el Río de la Plata, sin haber atracado todavía en el puerto, en la noche escuchó el grito: << Sálvese quien pueda!>>. Es que el barco había chocado contra otro: “Al final no pasó nada, pero linda manera de llegar, ¿no?”

Al recordar a su padre Paco valora el sacrificio que imagina habrá significado posibilitar sus estudios. “Pensar que vivía en Berazategui, cerca de Quilmes, a 25 kilómetros de Constitución. Trabajaba de noche: entraba a las 4 de la mañana, pero tenía que tomar el último tren que iba a Constitución a las 12 y 10 de la noche. A las 11 de la mañana volvía del trabajo y se dormía una buena siesta”.

A su padre le gustaba la electrónica, vocación que heredó Paco, junto con la medicina, entendida, como disciplina en general. “A mí me gustaba la electrónica, porque lo veía a mi papá pero también me gustaba la medicina. Tenía un tío veterinario, pero no lo veía muy seguido” -explica- “tengamos en cuenta que entonces las comunicaciones no eran tan fáciles de establecer como lo son ahora”. Finalmente se decidió por la medicina, pero no humana, sino veterinaria. ¿Los motivos? Paco responde que en esa época el trato con la gente no lo atraía demasiado, tal vez por su carácter de naturaleza solitaria y por la gran timidez que dice haber tenido siempre. “Pensé que si estudiaba medicina humana tendría que tratar permanentemente con humanos. En cambio, como veterinario el trato se repartiría entre personas y animales. Me gustaba la biología, la anatomía, la histología. Todo eso me apasionaba y me sigue apasionando ahora. Y al mismo tiempo nunca dejó de gustarme la electrónica. La curiosidad, la iniciativa y el afán por conocer siempre estuvieron presentes en Paco. De hecho, también era radioaficionado, al mismo tiempo que estudiaba veterinaria.

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Haciendo clínica de pequeños en la veterinaria de la cooperativa
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Ingresó en la Facultad de Veterinaria de La Plata. Se movilizaba en tren, por lo que no abandonó Berazategui, incluso en un momento comenzó a alternar sus estudios universitarios con la atención de un negocio de electrónica, aunque tal actividad, significó tener que atrasarse un poco en la carrera. “Es que en esos años falleció un tío que tenía un negocio de radio y electricidad enfrente de mi casa. Y mis primos eran chicos, por lo que mi papá, que venía de trabajar, almorzaba, dormía una siesta y después iba a atender el negocio. Y yo atendía el negocio por la mañana. Me capacitaba y estaba en mi salsa. Pero también aprendí a tratar con la gente, que era algo que me costaba”.

- ¿Cuál fue la materia que más le costó en la Facultad, Paco?

- Hay una materia muy interesante, pero que tiene algunos aspectos que podría calificar como “indigeribles” (se ríe). Me refiero a Anatomía. Una vez estaba decidido a rendir el examen, ya la tenía medio cocinada, bien estudiada pensaba, pero justo ese día me llaman para la revisación del servicio militar. Salí sorteado con el 006 y mi número de documento termina en 003. No sabes la alegría, se salvaban hasta el 200. Así que la di seis meses después. Si bien esa materia me gustaba (y me gusta) tiene partes que reconozco son muy pesadas, con muchos detalles que hay que memorizar. Me costó, sí, pero ya les contaré que pasó más adelante (queda el tema en suspenso). Del servicio militar quedé exceptuado por número bajo, por suerte.

- A medida que avanzaba en la carrera de Veterinaria ¿que descubrió?

- Al principio vas viendo parte por parte y vas armando una base. Ahí no queda otra que estudiar, pero después, a medida que vas avanzando en la carrera, te das cuenta de la combinación que hay entre todas las cosas, y eso es lo más lindo que tiene. Todo organismo, sea un caballo o una mosca, es una maravilla. Y lo mismo la biología. Con el tiempo, uno empieza a integrar las distintas materias y a descubrir que el conocimiento es uno, que todo está unido. También me di cuenta, que la forma de dar las clases es importantísimo, y eso me sirvió después para ser docente. Por ejemplo, nosotros teníamos Anatomía descriptiva del caballo y anatomía comparada entre varias especies con el caballo. El profesor de Anatomía descriptiva era una maravilla, para quedarse horas escuchando. ¡Mira como habrá tenido que ser para querer seguir escuchando anatomía…! Una gran didáctica y capacidad para captar la atención. En cambio, la materia Anatomía comparada no se daba de la misma manera...

- ¿Cuál era su “método” de estudio?

- En general yo estudiaba solo. Me hacía un resumen de la materia, lo cual significaba volver a leer todo e integrar y estructurar los contenidos. Algo, que es fundamental. Una vez que leíste la materia e hiciste el resumen ahí comenzás a estudiarla. De esa manera, cuando me presentaba a rendir el examen tenía la convicción de que no me podían bochar: podría sacarme un cuatro, pero no bocharme. Me preparaba para eso. La única materia que tuve que volver a dar fue –claro, tenía que ser anatomía. De todos modos, yo tardé más de cinco años en recibirme, en parte debido a las otras actividades que desarrollaba. Era radioaficionado y seguía leyendo sobre electrónica: me gustaba saber cómo es una bobina, cuántas vueltas se necesitan para lograr tal frecuencia, etc.

- ¿Cuándo se recibió y qué pasó después?

- Me recibí el día 16 de diciembre de 1958 y el 28 de diciembre ya estaba en Tandil. Y no fue un chiste del Día de los Inocentes. Lo que pasa es que desde hacía 10 años que estábamos de novios con mi señora, que es de Tandil. Yo venía en las vacaciones de invierno y en verano. Mis familiares y los de ella se conocían. Mi padre había comprado un lote acá, en la zona del Paraíso, lo habíamos alambrado y de a poco levantamos una casita, tardamos diez años en terminarla. Cuando recién recibido vine a Tandil, me instalé en el campo, donde vivía quien era mi novia, cerca del boliche El Lucero, yendo hacia El Solcito. Y vine con trabajo, porque un vecino del campo, el Sr. Sachetti, miembro del directorio de la Cooperativa Agropecuaria, gracias a mi señora, me había ofrecido trabajar de veterinario para los socios de la Cooperativa, reemplazando al veterinario que había (el Dr. Suarez Nelson) que se estaba por retirar. Llegue en diciembre y a los dos días quería ir a trabajar. Pero el gerente me dijo: - ¡No, tomate unos días…empezá el 7 de enero! -me dijo.

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- ¿Y qué pasó después?

- Empecé a trabajar en la Cooperativa con gran satisfacción ya que el gerente, el Sr. Peust, era una gran persona. Un tipo fuera de serie, muy generoso. Yo me movilizaba en una moto, una Puma Deck 100, que había comprado en Berazategui con algo de plata que había ahorrado mientras estudiaba. En esa época creo que había solamente dos motos en Tandil, la mía era una. La Cooperativa estaba en 4 de abril y Arana, hasta allí iba desde el campo donde vivía. En Tandil no había nada. A los campos iba en moto, hasta mayo, pero cuando llegaron los primeros fríos, se acabó la moto, era muy insalubre. Entonces Peust, muy generoso, me dijo que no podía seguir así y me presentó en el Banco para que me dieran un préstamo para comprar un jeep. Pero la entrega del vehículo iba a demorar, dos o tres años nos dijo el gerente, entonces, la cooperativa decidió darme un rastrojero que tenían medio viejo. Así que salí manejando a los pocos meses. Había tan poco tráfico en esos tiempos que todas las calles eran de doble mano, pero a pesar de todo ocurrían accidentes. Incluso los colectivos iban y venían por las mismas calles. Antes los colectivos iban y venia por Rodríguez. Se cargaba combustible en una estación de servicio que estaba en Sarmiento entre Paz y Alem, hoy es un estacionamiento. Había sulkys y caballos, pero autos poco y nada. ¡Ah, en el año 1959, casi un año después, me casé!

- ¿Cómo era su actividad profesional?

- Trabajaba con grandes animales, sobre todo vacunos. La realidad es que no había entonces mucho control. Morían los animales, por ejemplo, de mancha o gangrena, pero no se atendía demasiado el asunto, no se identificaba el problema. ¿Si habrá matado animales la mancha y la gangrena…? En un cuaderno anotaba cada trabajo que hacía, los kilómetros que recorría, el diagnóstico efectuado. Siempre fui un “ordenado desprolijo”. Hace poco, justamente, revolviendo papeles, encontré ese cuaderno. También se trabajaba con equinos porque el caballo era para andar y tracción, se cuidaba mucho el caballo para trabajar la tierra y transporte. Yo mientras estudiaba, veíamos mucho caballo y poca vaca, cuando vine a trabajar a Tandil fue al revés, mucha vaca poco caballo.

- ¿Recuerda qué campos atendía? ¿Y qué veterinarios había entonces en Tandil?

- Los campos eran muchos, seguramente me olvido de varios, pero puedo nombrar los de Santamarina, Las Horquetas, cabaña Tandileofú, lo de Copes, Jacobo, Etchemedy, Christensen, Albisini, Arana, Otero, Mansilla, Iturralde, Mauhourat. Veterinarios había, pero muchos trabajaban en otras cosas: Mauhourat, por ejemplo, tenía un tambo vecino al campo donde vivíamos. También estaban Villalba padre (a Jorge Villalba que estudió en Buenos Aires le presté el libro de Anatomía jaja) Santisteban, que hacía análisis clínicos, Elizondo, Sanllorenti, etc. Osvaldo De la canal, era del ejército, su hermano Heraldo fue compañero mío en La Plata. La profesión no estaba tan desarrollada, ni existía el manejo de información que hay hoy. Yo anotaba lo que hacía cada día para cobrar en la cooperativa. Me defino como un ordenado desprolijo…

- ¿Y cómo empezó su actividad en docencia?

- Fue por contacto con el Dr. Blanco (al que irónicamente llamaban “el negro”), que era un veterinario especialista en bacteriología. Al “negro” Blanco lo había conocido como docente en mi facultad, en la cátedra de Enfermedades Infecciosas, aquella vez nos pusimos a charlar y salió el tema de Tandil, yo le dije que venía a ver a mi novia y me dice cuando vayas anda a verme. Él daba clases en la Escuela Granja. Era un tipo macanudo, asesoraba a la otra Cooperativa, la Agrícola-Ganadera. Entonces empecé a acompañarlo algunas veces a la Escuela Granja y en un momento me propusieron dar clases. Empecé preparando alumnos para el ingreso, en enero. Hacía mucho calor en esa época en el galpón, ahí podíamos mostrar animales y herramientas. El director de la Escuela Granja era el ingeniero Novelli. En realidad, más que clases eran charlas que daba. Empecé con un popurrí de temas de producción y salud animal. Tiempo después me ofrecieron dar Anatomía, justo Anatomía, nada menos. Y también, por intermedio del Sr. Peust me puse en contacto con el ISER, en Sans Souci, en donde se daba un curso para capacitación de maestras recibidas, para desempeñarse en zonas rurales. El director era el ingeniero agrónomo Bustos. En marzo venían las maestras de distintas partes del país, las que ingresaban en un régimen de internado. Y la cooperativa donde yo trabajaba, por medio de Peust, financiaba el mantenimiento de las maestras hasta que llegaba la partida de dinero desde La Plata. A raíz de ese contacto empecé también a dar clases de ganadería en el ISER. Y después seguí en el Instituto 10. También hacía supervisiones en las escuelas rurales de muchas de esas maestras, pero no fueron muchas. Así que al dar clases tuve que volver a estudiar, casi más que cuando estudiaba, para preparar las clases que daba, porque siempre me gustó preparar bien las clases, y también tuve que hablar bastante. ¡Justo a mí, que, aunque no parezca, no soy de hablar mucho! Me gusta mucho más escuchar. Si no escuchás, no podés razonar adecuadamente, porque no podés ubicarte en qué ambiente estás.

- ¿Cómo fue el comienzo de su relación con la Facultad de Veterinaria de Tandil?

- Como sabemos la Facultad de Veterinaria nace a partir de la gestión de un grupo de alumnos que querían estudiar veterinaria en Tandil y la gestión de don Osvaldo Zarini. En enero y febrero de 1969 arrancó un curso de nivelación, que creo, ahí estuvo trabajando ya Mabel Pacheco entre otros, que había sido alumna mía del ISER. Después de eso ya había que empezar con la carrera y ahí fue que me convocaron para dar Anatomía (¡otra vez!), que para entonces yo ya tenía recontra estudiada debido a las clases que daba en la Granja. Las primeras clases de Anatomía las di en la Escuela 1. Ahora me gustaba dar esa materia, ahora me resultaba más fácil… Las clases se desarrollaban en distintos lugares, el asunto era poder iniciar las asignaturas de una u otra forma. El profesor de Anatomía comparada que me había bochado en La Plata vino también acá a dar algunas clases de Anatomía. El destino ¿eh?. Seguro se habrá sorprendido al verme, ahora de profesor (risas). Una vez, este profesor vino a dar una clase en un galpón abandonado que se usaba como aula en aquel entonces, y había traído unas láminas fabulosas para ilustrarla, creo que de sistema circulatorio… A la mañana colgamos las láminas, dio la clase, organizamos todo para ir a almorzar, y cerramos con candado. Cuando vamos a la tarde para dar la clase, abrimos y las láminas no estaban. ¡Pobre hombre! Se le quemaron los papeles. Porque era un tema que necesitaba de esas láminas, como si fuera el Power Point de ahora. Miramos por todos lados y no encontrábamos nada. ¿Será posible? Buscamos por todos lados. En una de esas veo un tambor, que ya habíamos revisado veinte veces adentro. ¿Yo me preguntaba? ¿Dónde pueden estar? Entonces, se me ocurrió levantarlo y ahí estaban todas las láminas, en las cuevas. Todas masticadas por las ratas que en definitiva habían sido las responsables de esconderlas ahí. Una anécdota que muestra cómo eran las cosas en esos comienzos.

- ¿Recuerda alguna otra anécdota de esos tiempos?

Sí. Una vez el profesor Del Prato, con la bronca de las láminas comidas y masticadas, pidió una pata de vaca o caballo para otra clase práctica, algo más real. ¿Pero dónde la guardamos, si no tenemos nada para hacerlo? -pensé yo. El decano Zabalegui, a quien hay que hacerle un monumento porque de una u otra manera conseguía lo que se necesitaba, era un multifacético, obtuvo una pata de novillo. Y la llevamos a un galpón enorme que era una cámara frigorífica de frutas. Viene el profesor y cuando vamos a dar la clase resulta que la pata estaba congelada. ¡Se quería morir ese hombre! No me explico cómo ocurrió eso ya que en esa cámara para frutas no hacía tanto frío, pero bueno, había estado tres o cuatro días ahí. Tal vez por eso fue.

- ¿Cuándo empezaron las clases de la nueva carrera de Veterinaria en Tandil?

- En marzo o abril había terminado el curso de nivelación. Como dije, después de eso había que empezar sí o sí con las clases. El 2 de mayo de 1969, día de mi cumpleaños, simbólicamente, me acuerdo como si fuera hoy, tiene lugar la primera clase de la carrera de Veterinaria, por lo que se desarrolló un acto de inauguración en donde estaban presentes el padre Berthé, Magnasco, Del Prato, Villalba y muchos más, entre docentes y autoridades. El padre Berthé, que daba histología, tenía un laboratorio, era sacerdote y biólogo. Cristina Lupidio pasó después a ser ayudante de él, lo mismo que Susana Gómez. Pero si alguien faltaba por algún motivo, venía el padre Berthé, se ponía el guardapolvo y ahí nomás improvisaba una clase magistral. Era una eminencia. Creo que cuando se nacionaliza es la clase oficial en el mes de octubre.

- Así que Anatomía, la materia con la que había tenido problemas en sus años de estudiante, ahora era la que Ud. daba…

- Y sí, pero fue un tiempo nomás. A eso de un año vinieron los hermanos Barrena (a quienes se les designaba como “Barrena y Barrenita”) para seguir dando Anatomía. Después se sumó el Toto Ghezzi, como ayudante alumno. Después viene Galotta, que era todo un especialista en Anatomía.

- Escuchamos una anécdota referida a un caballo en un hotel, ¿es cierto eso?

- Jaja, Sí. Fue una vez que cargamos un caballo muerto, ya que la cámara congelaba, y lo entramos por la ventanita al sótano del entonces Palace Hotel por la calle Pinto, donde actualmente funciona el Rectorado de la Universidad del Centro, en donde ya se habían empezado a dar algunas clases. Pero imagínense la escena: que habrán pensado los huéspedes que todavía había en el hotel cuando ven que ingresan un caballo muerto a la cocina, donde también estaba la caldera. El dueño del hotel, se quería morir. Después el hotel fue comprado por la Universidad. En el sótano se daban las prácticas de Anatomía. Habré estado un año acompañado por los Barrena. Mientras tanto seguía trabajando en la cooperativa y en el ISER. Dejé Anatomía y entonces fallece el profesor de Zootecnia, el Dr. Guichandút, y Zabalegui me propone hacerme cargo. Así empecé a dar Zootecnia, una materia más afín a lo que yo hacía, que en definitiva es Producción Animal, con un criterio más generalista. Podemos decir que es una introducción a los sistemas de producción. Acepté, pensando que no era el mejor profesor para eso, pero bueno, si uno siempre aspira a lo perfecto al final termina no haciendo nada. Bueno, empezamos con Zootecnia y después también di Producción Porcina, en el Departamento de Producción Animal.

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Paco con su mujer

- ¿En qué lugar se daban esas clases?

- Al principio, como dije, en distintos lugares. Recuerdo que a Zootecnia, por ejemplo, la daba de 8 a 10 de la noche en un aula del que había sido una habitación del Palace Hotel. Pero después vino el Campus. Eso fue un gran cambio: la primera clase que di en ese maravilloso lugar me sentía un rey. Fue en el edificio de Biología, hoy el submarino, que fue el primero que se construyó. Luego había que dar Producción Porcina y ahí me lo ofrecen y ahí también empecé. Dábamos clases en las habitaciones más grandes. En las bañaderas del hotel poníamos las piezas de anatomía con formol…no se podía estar ahí del aroma.

- ¿Qué le recomendaría a un chico de secundaria que esté pensando estudiar veterinaria?

- Yo no puedo aconsejar nada. Los tiempos cambian tan rápido que es difícil predecir qué es lo que viene. Lo que hoy es nuevo mañana es obsoleto. Pero si al chico le gusta esta profesión que lo haga, que se anime. A mí me gustaban la electrónica y la medicina, y nunca abandoné a ninguna de las dos. Nuestro país es riquísimo. En ganadería, siempre están apareciendo nuevas tecnologías, “yo sigo actualizándome de todas las novedades”. Uno nunca sabe que oportunidades te irá dando la vida. Algo que en un momento es “no” en otro momento es “sí”, por lo que siempre hay que abrir puertas. El campo de la clínica médica es muy amplio. Yo tuve clínica de pequeños pero a los dos años la tuve que cerrar, no daba en aquella época. La rama de los pequeños animales es algo cada vez más importante. Y al que siga una producción le recomiendo que observe cómo se vende el producto, el final de la cadena. Cuando daba producción porcina siempre decía que había que ir a una carnicería para ver qué se vende, qué solicita la gente.

- ¿Qué le recomendaría a un estudiante de veterinaria que esté cursando Anatomía?

(risas) -Que insista…la anatomía es un granito de arena, la medicina es muy amplia. La anatomía fría no es muy entretenida, pero por ejemplo solucionar una fractura, una cirugía, una herida, ahí se valora, debiera ser más aplicada.

- Finalmente Paco: ¿qué le diría a un docente de la Facultad?

Que lo mejor que le ocurre es lo que hace cada día frente a los alumnos. La recompensa es encontrarse en la calle con pilas de alumnos que te saludan y reconocen. Ese es mi pan de cada día, eso es lo que me demuestra que tan mal no me ha ido”.

Nada mal Paco, nada mal. Todos sus estudiantes lo recuerdan con indecible cariño, con enorme respeto y gratitud, lo que muestra que ser docente no es solamente enseñar, sino vivir una experiencia compartida.

Muchas cosas contó en la entrevista que le realizamos, que por razones de espacio las obviamos en este artículo, pero quedan en nuestra memoria y sentimiento. Nos habló acerca de cómo reflexiona sobre hechos y situaciones, de la importancia de superar las limitaciones propias y ser capaz de reconocer cómo las cosas se van dando, cómo la vida transcurre y un asunto trae otro. Nos contó que, como estudiante, una vez sacó un diez en el final de una materia, cree que, en Patología, no recuerda bien. Nos dijo que le sigue interesando la electrónica y lee sobre el tema en la computadora, a pesar de que “no le dé la vista”. Nos contó que se siente un adelantado porque tenía un transmisor y podía comunicarme con cualquier parte del mundo. Que, precisamente, como radioaficionado, le enviaba mensajes por onda corta a su señora en una frecuencia que ella sintonizaba en su radio, mucho antes de que existieran los celulares. No nos quiso decir que decían esos mensajes. Y lo bien que hizo.

Paco Domenech trabajó en la Cooperativa hasta 1995. Como docente se desempeñó en nuestra Facultad hasta 2009, cuando se jubiló con 80 años.
Hoy celebramos la vida con ud., querido Paco, querido profesor. Y tiene otro diez!

Por Eduardo Ponssa y Mauricio Díaz.

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